Catedral de Salamanca

Esta semana vamos a estudiar el Gótico, y como ejemplo de arquitectura elegimos la Catedral de Salamanca:


Para saber más sobre este monumento podéis consultar las siguientes páginas:
Para profundizar en el Arte Gótico en general tenéis las siguientes páginas:
Arte Gótico:
Y sobre Salamanca:


Consultar los capítulos 10 y 11 de 



Y un poco de literatura...
 

La Celestina – Fernando de Rojas


CALISTO.- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
MELIBEA.- ¿En qué, Calisto?
CALISTO.- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase, y hacer a mi inmérito tanta merced que verte alcanzase, y, en tan conveniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiese. Por cierto, los gloriosos santos que se deleitan en la visión divina, no gozan más que yo ahora contemplándote.
MELIBEA.- ¿Por gran premio tienes éste, Calisto?
CALISTO.- Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diese en el cielo la silla sobre sus santos, no lo tendría por tanta felicidad.
MELIBEA.- Pues aún más igual galardón te daré yo, si perseveras.
CALISTO.- ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis oído!
MELIBEA.- Mas desventuradas de que me acabes de oír. Porque la paga será tan fiera cual merece tu loco atrevimiento. Y el intento de tus palabras ha sido como de ingenio de tal hombre como tú. ¡Vete, vete de ahí, torpe!

Cenotafio de los santos Vicente, Sabina y Cristeta

Esta semana vamos a estudiar el Románico y como ejemplo os propongo el Cenotafio de los santos Vicente, Sabina y Cristeta; que está en la Basílica de San Vicente de Ávila.


Para encontrar más información sobre la obra podéis consultar las siguientes páginas web:

Para estudiar en general el Arte Románico tenéis las siguientes direcciones:

Consultar el capítulo 9 de 
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Un poco de música de la época:

  • Canto Gregoriano

 

Y un poco de literatura:
Cantar del Mío Cid

v.35-54

Los guerreros de Mío Cid    dicen a voces que abran,
pero están dentro con miedo,    y no responden palabra.
Aguijó el Cid su caballo    y a la puerta se acercaba;
el pie sacó del estribo    y la puerta golpeaba.
Nadie la pudo abrir,    que estaba muy bien cerrada.
Una niña de nueve años    se acercó y así le hablaba:
«¡Oh Campeador,    que en buena hora ceñiste la espada!
Abriros lo prohíbe el rey,    anoche llegó su carta
con advertencias muy graves,    con lacre real sellada:
bajo ninguna razón    podremos daros posada;
nos quitarán, si lo hacemos,    nuestros bienes y las casas,
e incluso nos sacarán    los ojos de nuestras caras.
Si nos causáis este daño,    oh Cid, no ganaréis nada.
Mejor que os ayude Dios    con toda su gracia santa».
Y cuando acabó de hablar,    la niña tornó a su casa.
Comprende el Cid que es del rey    de quien ya no tiene gracia.
Y se alejó de la puerta,    por Burgos veloz pasaba;
y llegó a Santa María:    allí del caballo baja,
allí se hincó de rodillas,    y emocionado rezaba.
Terminada su oración,    el Cid de nuevo cabalga.